El
paisaje llama a los cristales de mi ventana: una, dos, tres veces.
Abro de par en par y dejo que el aire se cuele en mi cuarto. Una
ráfaga levanta el vuelo de la alfombra, otra susurra secretos
al oído de la cerradura, otra más se enrosca en mi
almohada, se ramifica y busca entre los pliegues aquellos sueños
que se me han perdido durante la noche. Con el viento, entra el sol,
quien desliza sus dedos por debajo de mi pijama y me hace cosquillas.
Mi risa salta al exterior, culebrea entre la hierba, sube tallo
arriba y baila sobre el pétalo de una flor. Comienza un nuevo
día.
(C.M.SB)
(C.M.SB)
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