viernes, 27 de agosto de 2021

Esas horas

Cada noche, antes de que el cansancio te venza, oyes a lo lejos el sonido del tren. Y lo último que imaginas antes de dormirte profundamente, es un vagón mecido por el traqueteo. Sin apenas esfuerzo, ves tu imagen reflejada en el cristal de la ventanilla. Detrás de ti brillan las luces del techo y, ante tus ojos, al otro lado de la superficie lisa y transparente, aparece la oscuridad de los campos solitarios, la silueta de los árboles que vigilan la noche, el perfil de algunas casas aisladas y sumidas en el silencio, los gigantes que sostienen el tendido eléctrico, la sombra de las nubes en un cielo que lo abarca todo, el blanco manchado de una luna que juega al escondite. Atrás van quedando las sucesivas estaciones, las breves paradas en las que intuyes la presencia de otros viajeros que esperan su propio tren, aquel que los llevará a un destino tan incierto como el que te aguarda a ti y que se esconde en esas horas en las que dejas de ser tú para ser solo sueño. 

C.M.SB.

¿?


martes, 24 de agosto de 2021

Palabras para hoy

Sin embargo, observan con atención cómo unos leen el periódico y otros llenan la pipa. Así pasa el tiempo: descansando, la gente aprende.

Mi París (Capítulo: Bancos)

Ilyá Ehrenburg

Fotografía: Ilyá Ehrenburg



lunes, 23 de agosto de 2021

¿Qué ves?

Ves a unos y a otros: al que corre y al que camina, al que conduce y al que monta en bici. Ves la hierba despeinada por el viento y las hojas secas de este otoño prematuro (según has oído contar esta mañana, algunos árboles han enfermado a causa del temporal Filomena); ves a las palomas lanzarse en picado sobre el agua remansada y remontar el vuelo un segundo después. También ves el gorro rojo de ese hombre negro que, cada tarde, se sienta en el mismo banco, fiel a ese lugar, leal a la misma hora. Ves las nubes confabulando para fabricar una tormenta y, acto seguido, rayos que agrietan la superficie del cielo. Ves esa luz de finales de agosto, esa luz que anuncia el cierre de algo y un principio nuevo. Ves las gotas que caen y a una pareja que se refugia bajo unas ramas tupidas y generosas. Ves tus pies en movimiento. Tú prefieres seguir caminando y sentir la lluvia en la cara y en los brazos. Cuánto te gustaría seguir así, andando sin fin, sin dejar de mirar, sin parar de unir palabras en el silencio de tu mente. Sí, te gustaría continuar y perseguir al día, este hoy que ya empieza a irse.

C.M.SB.

¿?



domingo, 22 de agosto de 2021

Preguntas inútiles

Una vez más le ves hacerlo. Una vez más, ha madrugado y se ha quitado la camisa. Una vez más, mantiene el ceño fruncido y sus chanclas están empapadas. Una vez más, se agacha, se inclina, se pone de puntillas, estira todo el cuerpo y ves que sus músculos, en un esfuerzo supremo, se marcan bajo la piel sudorosa. Una vez más, manguera a presión en mano, limpia con agua jabonosa cada milímetro del coche: los cristales, la chapa, cada recoveco de las ruedas, cada pequeña ranura o intersticio. Con ahínco, con verdadera pasión, con auténtico frenesí, con maniática pulcritud. Y, una vez más, tú le miras fascinada, preguntándote por qué ese hombre insiste en hacer relucir un coche que ya relucía, que siempre reluce. También te preguntas si pondrá el mismo empeño en todo lo que hace o si es solo el brillo de su vehículo lo que despierta en él ese afán de superación. Una vez más, tu vecino y su manguera te arrancan un montón de preguntas inútiles.

C.M.SB.

¿?


viernes, 20 de agosto de 2021

jueves, 12 de agosto de 2021

Tormenta

El calor se hacía insoportable mientras el cielo desaparecía tras una inmensa nube de polvo. El viento, tan abrasador como el asfalto, traía y llevaba hojas arrancadas a los árboles. Caminaban un poco echados hacia delante, levantando de vez en cuando la mirada hacia lo alto, observando cómo esa bóveda de plomo se cerraba como un puño. La ropa se les pegaba al cuerpo y el pelo, zarandeado a uno y otro lado, les tapaba la cara y les mostraba la calle como si la vieran a través de un espejo roto. En un instante, la gigantesca nube adquirió el color del fuego y, un segundo después, precedido del relámpago, sonó el trueno. Las primeras gotas, grandes y aisladas, imprimían huellas redondas en la acera. A pesar del calor, ella sintió un escalofrío. Tenía la sensación de que el puño apretaba cada vez más, como si el cielo se estuviera curvando, como si se estuviera transformando en una esfera, en una bola de cristal, de esas que contienen una ciudad chiquitita, de esas que el niño agarra y agita para divertirse viendo cómo cae la lluvia cuando pone el mundo del revés.

C.M.SB.

¿?



jueves, 5 de agosto de 2021

Un desconocido

El hombre nos mira a través del cristal. Fijamente, con insistencia. Cuando por fin entramos, nos sentamos en una mesa cercana. De pronto, a media consumición, la camarera nos comunica que estamos invitados por el caballero. Sorprendidos, le damos las gracias. Y él, entonces, se presenta. Lo hace con un aura de misterio, creando un suspense que nos intriga. Nosotros no le recordamos, pero él no nos ha olvidado.  Poco a poco, va desgranando el motivo de su invitación. Sus formas son extremadamente amables. Su hablar es tranquilo y su aspecto, elegante. En unos pocos minutos nos cautiva su educación exquisita, su sabiduría al narrar. Yo le observo y llego a la conclusión de que, detrás de ese rostro maduro, hay una historia que me gustaría conocer. Se produce un intercambio de teléfonos, la promesa de un nuevo encuentro. Salimos a la calle y, a medida que nos alejamos de la cafetería, divagamos sobre el extraño personaje, sobre las sorpresas que la vida pone en el camino. Sin embargo, unas horas después, se enciende una luz que parpadea en nuestra memoria, un aviso que nos obliga a bucear en el pasado. Poco a poco, a pequeños destellos, van abriéndose paso imágenes y conversaciones a las que en su momento no prestamos demasiada atención. La punta del hilo está ahí, solo hay que agarrarla y tirar. Y, de repente, el desconocido, el hombre atento y bondadoso, se reviste de astucia y de engaño. En un instante, traspasamos la barrera y recuperamos lo que de él oímos contar. El telón se ha abierto de golpe y en escena hay un estafador, casi un profesional. Súbitamente vuelvo atrás, a ese momento en el que el hombre nos miraba a través del cristal. Veo esos ojos de nuevo, su insistencia, su interés, la tensión propia del que va a saltar sobre la presa. La amabilidad atribuida se convierte en zalamería y sus palabras, en un guion repetido una y mil veces. La máscara ha caído y solo queda el gesto taimado. No me equivocaba, detrás de ese hombre hay una historia que me gustaría conocer. 

C.M.SB.

¿?