viernes, 31 de agosto de 2018

Consecuencias

El niño fue concebido sobre un parterre de césped, tras la pared construida por el aligustre, bajo las ramas del árbol más frondoso del parque. Quizás por todo ello sus ojos fueron verdes. Quien se asomaba a ellos y los contemplaba a corta distancia, veía en el fondo de sus pupilas un temblor similar al de las hojas movidas por el viento. 
El niño creció fuerte y sano, y su carácter se hizo abierto, aunque no exento de rincones a los que no era fácil acceder. Lo más curioso era que a su paso crecían las flores, se despertaban los besos de las parejas y los ancianos se sacudían la pereza para ponerse a pasear o a alimentar a las palomas. Además, siempre le perseguía una bandada de pájaros ansiosos por anidar entre sus rizos. 

C.M.SB.

¿?

martes, 28 de agosto de 2018

sábado, 25 de agosto de 2018

Palabras para hoy

Quiero vivir a pie, vivir a mano, vivir a lápiz, vivir a mi aire, a la que salte, al aire que mueve mi cuerpo al desplazarse, como las brazadas de los nadadores, a lo que salta y lo que aparece a cada momento delante de mí. Quiero no salir de mi asombro. 

Un andar solitario entre la gente
(Antonio Muñoz Molina)




jueves, 16 de agosto de 2018

Pequeños gestos

Reutilizas un papel a medio uso y evitas derrochar agua mientras te lavas los dientes. Recoges un plástico que flota sobre la superficie del mar y lo tiras a un contenedor de reciclaje. Recuperas un tapón tirado en un parque y, junto a muchos otros, lo donas a una asociación que fomenta una buena causa. Apagas una luz innecesaria y concedes una larga vida a cualquier aparato electrónico. Aprendes a combatir el calor sin caer en la tentación del aire acondicionado.  Cada día te esfuerzas por no olvidar que un pequeño gesto, millones de pequeños gestos, podrían salvar el mundo y su infinita belleza.

C.M.SB.


Fotografía de National Geographic

martes, 14 de agosto de 2018

Más allá de la sorpesa

Visito una exposición de Brassaï (Fundación Mapfre, Madrid) y observo la galería de personajes que un día poblaron las calles y los locales de París. Y de pronto descubro una mirada de la que es imposible apartar los ojos. Contemplo los pliegues del sombrero y su reflejo en el espejo. Miro esos labios finos, la cara ancha, la barbilla casi imperceptible. Me detengo en ese rostro y pienso si se trata de una mujer que parece un hombre o es un hombre disfrazado de mujer. Cuento los collares, los anillos, las pulseras. Casi huelo el humo del cigarrillo, el perfume intenso que impregna la ropa de este enigmático ser. Estudio las luces y las sombras, las manchas de ceniza en el platillo blanco, los destellos en el vaso medio lleno. Adivino la textura de esas pieles falsas e intuyo la forma de la mesa y del asiento. Mis ojos viajan en el interior de la imagen y saltan de un detalle a otro. Sin embargo, una y otra vez, sin poderlo evitar, vuelven a esas pupilas, a esas dos lucecitas blancas en las que late la vida, una vida que equivale a mil vidas. Me pregunto qué no han visto esos ojos que están más allá de la sorpresa, esas dos pupilas capaces de traspasar la distancia del tiempo, de cruzar todas las barreras, de alcanzar la eternidad.

C.M.SB.



Fotografía: Brassaï

sábado, 11 de agosto de 2018

Puntillas

Recuerdo que la tienda estaba situada en un callejón estrecho y corto del centro de la ciudad. La atendía una mujer sin edad, de piel muy clara, voz suave y gesto eternamente amable. Allí se vendía ropa para bebés y reinaban tres colores: azul, rosa y blanco. Todo era de una delicadeza absoluta,  cada prenda estaba rematada por una puntilla o por un lazo diminuto y perfecto. Los trajecitos y patucos estaban envueltos en papel muy fino, guardados en el interior de cajas apiladas por todas partes. El local era insuficiente y a cada rato se tropezaba uno con un encaje o un babero. Recuerdo que la mujer jamás perdía la sonrisa y que a mí, muy pequeña por entonces, me parecía un hada buena. Creo que alguna vez se me pasó por la cabeza que, tras el mostrador, en algún cajón, mezclada con alfileres y chupetes,  guardaba una varita mágica con la que hubiera podido cumplir mis deseos. 
Hace unos días volví a ver a esa mujer. La encontré más encogida, un poco más agachada. Caminaba apoyada en un bastón, sola. Su piel seguía pálida y su ropa combinaba los colores que reinaron en su tienda. La observé desde la distancia: la misma sonrisa. Y su pelo claro, esponjoso, como el de un hada, como si el tiempo lo hubiera convertido en puntilla blanca.

C.M.SB.

¿?

domingo, 5 de agosto de 2018

Vacaciones en el mar


Al poco de iniciar sus vacaciones en la playa, Marta abandonó su habitual viveza  y se instaló en su rostro un gesto ausente. Nunca supo en qué momento apareció la primera escama en su cuerpo ni cuándo oyó por primera vez aquellas voces en las que subyacía el rumor de las burbujas. Por más que Alberto insistía en darle conversación, ella mantenía un silencio expectante sin apartar apenas la mirada del mar. Una tarde se metió bajo el agua de la ducha y, al comprobar que quedaba estancada al fondo de la bañera, se agachó para averiguar qué obstruía el orificio.
Alertado, Alberto entró en el cuarto de baño una hora más tarde. Se abrió paso entre una espesa cortina de vaho y cerró el grifo para detener el torrente de agua.
Nunca pudo explicar por qué regresó solo de aquellas vacaciones en el mar.

C.M.SB.

Fotografía: C.M.SB.