miércoles, 30 de noviembre de 2022

Palabras para hoy

El que puede estar sin hacer nada y no se aburre, sino que se complace en este estado, es el más perfecto. 

(Pierre Louis)

¿?


lunes, 28 de noviembre de 2022

Casi sin pensar

El sol sobre las copas de los árboles.

Las hojas secas en la acera. 

Una pausa antes de empezar la mañana. 

Adolescentes con mochilas al hombro.

Coches que circulan a tu espalda.

Palomas que van y vienen.

Una página en blanco.

Y palabras escritas con tinta roja.

Empieza el día.

C.M.SB.

¿?



martes, 22 de noviembre de 2022

Sin fin

El niño raro se sentó al borde de un agujero inmenso y negro. Cogió una piedra y la lanzó dentro para calcular su profundidad. Por mucho que se esforzó, no la oyó tocar fondo. Una vez más,  se hizo la misma pregunta que días atrás había abierto en su mundo aquel pozo negro. Entonces el agujero se hizo aún más grande y el niño apenas tuvo tiempo de agarrarse y evitar la caída. Luego, pensó en la piedra que había tirado. Lo probable era que, por lejos que estuviera,  hubiese alcanzado el punto más profundo, la raíz del agujero, el corazón de su duda. Atraído por este pensamiento, dejó que su cuerpo se deslizara. Había imaginado una caída rápida. Se equivocó. Cayó suavemente, como una pluma, igual que estaba cayendo la piedra, que planeaba unos metros por delante de él. En su caída, la piedra se había hecho luz, una pequeña lamparilla que brillaba en la negrura. El niño abrió mucho los ojos y vio que de la punta de sus dedos también salían pequeños rayos luminosos. Y que estos, a su vez, se multiplicaban y dibujaban diminutas estrellas en las paredes del pozo. Fue en ese momento cuando comprendió que estaba asistiendo a un nacimiento inesperado. Dentro de su pregunta, en el interior de su duda, estaban surgiendo todas las respuestas. En ese instante el pozo se hizo más grande y el niño supo que no tenía fin.

C.M.SB.

¿?


domingo, 20 de noviembre de 2022

Esencias

Allá, bajo las aguas, hubo un día una aldea. Y en la aldea, una pequeña iglesia. Piedra a piedra, aquel edificio fue rescatado mucho tiempo después del fondo del lago. Manos afanosas arrancaron sus líquenes y bruñeron las campanas. Y, piedra a piedra, volvieron a levantar la pequeña iglesia en una ciudad, muy lejos del lago y de aquellas montañas. Cuentan que, de vez en cuando y de forma inesperada, sopla sobre la iglesita una brisa viajera, un aliento húmedo y cargado de esencias del pasado. Cuentan que la brisa se hace viento y el viento mueve las campanas. Y que cuando estas doblan, cantan con la voz profunda y remota del agua. 

C.M.SB. 



¿?


sábado, 19 de noviembre de 2022

La vida sobre un triciclo

Paseas en la mañana fría. Ves al niño sobre el triciclo. Pedalea con gesto concentrado. A su lado, camina un hombre joven. Y del otro lado de la calle surge otro, mucho mayor. El abuelo, piensas. Este hombre abre los brazos, flexiona las piernas, sonríe mientras se acerca al muchachito. Observas la cara del niño. Su gesto sigue siendo serio mientras continúa pedaleando, mientras se aproxima al abuelo feliz. La mirada del niño te parece la de un viejo que, impasible, contempla el mundo sin asombro alguno. Sin embargo, los ojos del abuelo son los de un niño que va al encuentro de una ilusión. Salvada la distancia, el abuelo detiene al niño y lo abraza. Los dos se confunden. Y ya no sabes dónde termina la vejez y dónde empieza la infancia. 

C.M.SB. 


¿?


lunes, 14 de noviembre de 2022

Bajo ese tejado

Cae la lluvia sobre tu paraguas. Gotas sueltas, gotas grandes. Paf, paf, paf. Y hay algo en ese sonido que te lleva a casa, a sus habitaciones, a sus pasillos, a sus rincones. Imaginas la casa en la penumbra de la mañana gris. Ves la cama hecha, el libro cerrado sobre la mesilla de noche, la taza de café sobre el escurridor. Oyes el silencio, el discurrir del tiempo en la voz de un reloj de pared, los pasos sigilosos de tus gatas. Ves el ordenador apagado, los retazos de calle a través de las ventanas, la ropa tendida y quieta, esa nota escrita con tu letra en la prisa de las primeras horas. Caminas bajo el paraguas.  Ves la avenida, la gente, los coches mojados y, sin embargo, tú estás en ese otro lado,  en esa casa, en sus habitaciones, en sus pasillos y en sus rincones. Tú estás bajo ese tejado, a salvo de la lluvia, de esas gotas sueltas y grandes. Paf, paf, paf.  

C.M.SB.

¿?


jueves, 10 de noviembre de 2022

Una mañana de noviembre

Paseas en la mañana de noviembre y entras en la librería con el único afán de buscar posibilidades entre las páginas. Al salir, haces una lista mental de los libros que te gustaría leer. Y, mientras, observas. Te fijas en esas tres personas que toman chocolate en una terraza. Están en silencio, como si lo único que les apeteciese compartir fuera el roce del sol en la cara, el sabor dulce, el calor que desprende la taza. Tal vez esas sensaciones les unen más en ese instante que las palabras que callan. Ves al hombre inmigrante parado en la esquina. Su mirada y sus dedos se apoyan en la pantalla de un móvil. Quizás busca un mensaje llegado de lejos, de su país, de ese otro lado. Es posible que esté tratando de encontrar un lugar seguro, una tabla a la que agarrarse, un contacto que le haga sentir menos solo, menos náufrago. Más allá ves a un señor que camina de forma extraña, a pasitos muy cortos, como si tanteara con los pies el asfalto, como si ante cada pisada se abriera la amenaza de una caída, de un tropezón. Tus ojos saltan de una persona a otra. Y eligen a otro hombre. Este es joven y alto. Viste de traje. Habla por teléfono y, mientras lo hace, camina de un lado a otro de la acera. Jurarías que no ve nada, que no oye el ruido de la calle, que no se da cuenta de que le miras.  Está concentrado en la conversación. Hay prisa en sus manos, en sus zapatos. Sigues tu camino, apurando ese rato de descanso, ese paréntesis abierto en la mañana de noviembre. En tu cabeza bullen todas las posibilidades descubiertas en la librería, todos los fragmentos de vida, todas esas historias desconocidas, todas las palabras que decides escribir. Miras al frente y sorprendes tu silueta reflejada en un escaparate. Y, mientras te aproximas a la luna de cristal, observas tu manera de caminar, tu gesto concentrado, esa cara de quien está y no está, esa vida imposible también de descifrar. 

C.M.SB. 

¿?


domingo, 6 de noviembre de 2022

Palabras para hoy

Tejió historias para no sentirse sola.

La tejedora

(Belén Catalano)

Belén Catalano
Ediciones Membrilla