LUZ DE NEÓN
Un
día, la luz de un cartel de neón se posó sobre
mí, como un ojo insistente. Diez minutos después, era
capaz de pasar, sin ninguna dificultad, del rojo al verde,
deteniéndome en los descansos en el ámbar. Me convertí
en un hombre semáforo. Me instalaron en un cruce de la zona
centro. Desde allí, vi desfilar la vida intensa de la ciudad.
Conforme pasaban los días, fui familiarizándome con
caras y formas de andar. Las había de todas clases, pero
ninguna llegó a impactarme tanto como la de aquella muchacha
que, invariablemente, cruzaba cuando yo me encontraba al rojo vivo.
Quizá su mirada inquieta supo descubrir lo que yo me empeñaba
en ocultar.
(C.M.SB)
(C.M.SB)
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