lunes, 10 de septiembre de 2012

LUZ DE NEÓN

Un día, la luz de un cartel de neón se posó sobre mí, como un ojo insistente. Diez minutos después, era capaz de pasar, sin ninguna dificultad, del rojo al verde, deteniéndome en los descansos en el ámbar. Me convertí en un hombre semáforo. Me instalaron en un cruce de la zona centro. Desde allí, vi desfilar la vida intensa de la ciudad. Conforme pasaban los días, fui familiarizándome con caras y formas de andar. Las había de todas clases, pero ninguna llegó a impactarme tanto como la de aquella muchacha que, invariablemente, cruzaba cuando yo me encontraba al rojo vivo. Quizá su mirada inquieta supo descubrir lo que yo me empeñaba en ocultar.
(C.M.SB)

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