EL SECRETO DE PUNCH
Las calles parecían
trazadas con una regla y, las casas, idénticas, se alineaban
como cajas de cerillas. Las gentes caminaban con paso rápido,
como quien acude a resolver un asunto importante. Vestían de
igual modo: traje gris, camisa blanca y zapatos negros. El mismo
gesto grave se leía en sus rostros enmarcados por un pelo liso
y peinado a raya. Punch, recién llegado, miraba todo con
perplejidad. Sin duda, había aterrizado en un mundo próspero,
muy diferente a todo lo que hasta entonces había visto. Sintió
que su presencia ponía una nota discordante en el paisaje. A
la legua se podía ver que él no pertenecía a
aquel lugar. Vestía unos harapos de vivos colores y su pelo,
rizado, estaba muy revuelto. En un instante, todos los ojos se
clavaron en él con igual desaprobación. Punch pareció
encogerse varios centímetros. Sin tiempo para reaccionar, se
vio rodeado de voces hostiles que le recriminaban su aspecto. Y, sin
saber cómo, se encontró esposado ante un tribunal. Allí
se le comunicó la obligación de adquirir un atuendo
correcto. Si no lo hacía, sería expulsado. Punch agachó
la cabeza y asintió. El tribunal, complacido, le prometió
una oportunidad para emprender su nueva vida.
Años más
tarde, Punch se había integrado en el paisaje. Todos los días
se planchaba pacientemente el pelo hasta que conseguía
domarlo. Después, se enfundaba la camisa blanca y el traje
gris. Siempre compraba los pantalones muy largos de manera que, al
cruzar las piernas, quedara oculto su pequeño secreto: un
calcetín rojo. Cada mañana oía en su interior la
misma vocecilla advirtiéndole del gran riesgo que corría.
Si era descubierto, perdería todo lo que había
conseguido con tanto esfuerzo. Pero Punch no podía evitarlo.
Aquel calcetín le ayudaba a recordar quién era. Cuando
sentía su contacto en el pie, sonreía para sus adentros
y creía estar pisando otra vez aquella tierra que un día
dejó atrás para instalarse en una confortable caja de
cerillas.
(C.M.SB)
Primer
premio (modalidad relato hiperbreve) en la X Edición “Todos
somos diferentes”.
Fundación de Derechos Civiles, 2005.
He vuelto a leer este gran relato que ya había leído hace unos años. Me gusta muchísimo. No me extraña que hayas ganado el primer premio.
ResponderEliminarBesos,
Silvia
Muchas gracias por tus palabras.
EliminarMe alegro por el premio. Es bueno lo escrito y en pocas palabras. Me ha venido el recuerdo de una ¿niña? encendiendo cerillas para aliviar el frio, a la interperie y en invierno, que acabó por consumirla, como se fueron consumiendo las cerillas, iguales y limitadas de esa caja.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. Recuerdo muy bien el cuento de la cerillera, era y es uno de mis preferidos.
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