Sabía que en la
cumbre ondeaba la flor de edelweiss. También sabía que
aquella flor sería el regalo perfecto para Alma. De modo que
subió hasta la cima y, como no había prisa ninguna,
encendió su pipa y se dispuso a disfrutar del paisaje. El humo
de su tabaco huía cielo arriba tan veloz como su pensamiento.
El mundo entero parecía haber desaparecido bajo el inmenso mar
de nubes. Sería hermoso convertirse en barco y navegar sobre
aquellas olas de algodón.
El viento agitó su
bufanda y le recordó que era hora de regresar. Sí, era
cierto. Alma le esperaba. El viajero contempló la flor con
ojos nuevos, se sentó muy cerca de ella y garabateó
unas palabras en una etiqueta. Después, la ató alrededor
del tallo y prometió volver. Muy pronto. Con Alma.
(C.M.SB)
(C.M.SB)
Ilustración: Iban Barrenetxea |
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