jueves, 29 de julio de 2021

Un sobre, una historia

Una vez más, visitas la oficina de Correos. Vas a enviar un sobre grande y abultado, un sobre que contiene una historia y muchas esperanzas. Mientras esperas en la cola, observas lo que bulle a tu alrededor: a la mujer que ha preparado con esmero un paquete y que hace los trámites necesarios para que llegue a su destino, a ese hombre que aguarda frente al mostrador y que recibe un envoltorio enorme. El gesto de ambos es de impaciencia, hay cierta tensión en sus cuerpos, un leve nerviosismo que solo se calmará cuando salgan a la calle. Son dos inquietudes distintas. Probablemente la de ella reside en que su paquete llegue lo antes posible a las manos a las que va dirigido. Y no es difícil suponer que la de él consiste en abrir cuanto antes ese envoltorio para encontrarse con lo que tanto ha esperado o, por el contrario, con una sorpresa que nunca hubiera imaginado. Observas también a las dos empleadas. Una tiene el gesto aburrido de la rutina. La otra, transmite vitalidad, ganas de hacer bien su trabajo. Te quedas con la segunda. Quizás porque piensas que ella es consciente de formar parte de un proceso mágico. Tal vez ella sabe que es una pieza imprescindible para que se ponga en marcha esa maquinaria que permite el intercambio de mensajes convertidos en palabras o en objetos que viajan de un lugar a otro para cubrir la necesidad o las ilusiones de alguien que está lejos. Cuando sales a la luz del sol, piensas en el contenido de ese sobre tuyo que ha quedado amontonado sobre otros. Lo ha sellado la empleada desganada, la misma que ha recibido con indiferencia tu gratitud, la que no ha sabido ver que ella era la primera puerta que traspasaban tu historia y tu esperanza. 

C.M.SB.

¿?


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