Hace nueve años el caracol echó a andar y a dejar tras de sí un rastro de tinta. Aquel día de 2012 abrió una ventana por la que asomarse de vez en cuando. Desde entonces, atendiendo a su voluntad o aprovechando los ratos robados a los mil quehaceres, pulsa las teclas y se deja ver a retazos. Así, poco a poco, a pasitos lentos, va configurando un viaje cuyo destino aún está por descubrir. Y la verdad es que rara vez se pregunta por qué seguir rellenando estos espacios. El placer siempre gana a las dudas. Ojalá continúe siendo así por largo tiempo. Ojalá siga caminando aunque el horizonte parezca inalcanzable.
C.M.SB.
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