sábado, 17 de julio de 2021

Historias

Sin saber cómo, una cosa te va llevando a la otra. A retazos, ves esa película (siempre pospuesta y de la que tanto has oído hablar): Smoke (1995). Sin saber por qué, te impacta esa escena en la que un tranvía se desliza por un puente metálico. El tren atraviesa un fragmento de ciudad. Al fondo, edificios, bloques de pisos. Bajo el puente, coches que circulan. Y, muy en pequeñito - tanto que, si no te fijas bien, ni siquiera llegas a verlas- algunas personas que van de aquí para allá. La escena tiene una luz imprecisa. Podría ser el inicio del día o el final de la jornada. Sabes que la ciudad que contemplas, ese pequeño párrafo que observas, pertenece a Nueva York. Pero, si lo piensas bien, podría tratarse de otro lugar. Lo que te transmiten esas imágenes, en las que apenas aparece esbozada la figura humana, lo que captas a través de esas ventanas despobladas, es la sensación de que las historias, agazapadas, escondidas, conviven en un mismo espacio y se narran, capítulo a capítulo, siguiendo el pulso del tiempo. Todas ellas se escriben a la vez y lo frecuente es que se crucen sin llegar siquiera a rozarse, sin que unas sepan de las otras. Cada historia echa andar, sin saber nunca cómo llegará a resolverse. Todas ellas se deslizan, como ese tranvía, por las calles de no importa qué lugar. Sí, sin saber cómo, una cosa te va llevando a la otra. Y esa escena te conduce a una especie de melancolía, a la certeza de que millones de historias se perderán. Como si nunca hubieran existido, como si jamás hubieran sido contadas. 

C.M.SB.

En la imagen: Harvey Keitel (Smoke)


2 comentarios:

  1. Todas ellas se deslizan, como ese tranvía, por las calles de no importa qué lugar.
    Me gusta … no importa en qué lugar 😘

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