Cuando él murió, Eulalia guardó aquella maleta que la acompañó en sus viajes. También arrinconó los discos que con tanto placer había escuchado. Gracias a ella, comprendí lo que era la desolación. Aquella mujer cerró la puerta a cualquier estímulo o sentimiento que la alejara de lo único a lo que podía dar cobijo: el dolor absorbente de la soledad.
C.M.SB.
Anuska Allepuz |
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