sábado, 20 de julio de 2013

¿UNA O DOS TOSTADAS?

Cuando despertó, había un zapato debajo de su cama. No era suyo. Lo miró desde todos los ángulos con gesto de interrogación. Después, lo sacudió, como si así pensara arrancarle más información de la que le ofrecía a simple vista. Se trataba de un zapato de hombre. Número 43. Color marrón. Bastante limpio y no demasiado usado. Por el modelo, se diría que era el zapato de un hombre joven, con buen gusto. 
Alicia pasó los siguientes días dándole vueltas al misterio sin encontrarle ninguna explicación.  Había dejado el zapato en su dormitorio, encima de la cómoda, al alcance de sus ojos. Era lo último que miraba antes de apagar la luz. 
Con el paso del tiempo, el zapato empezó a formar parte del mobiliario de su habitación. Se había integrado de tal modo a aquel escenario, que Alicia ya no le prestaba ninguna atención. Ya ni siquiera se preguntaba de dónde habría salido ni cómo había llegado hasta allí.
Sin embargo, una mañana, al despertar, encontró un segundo zapato debajo de su cama. Se trataba de la pareja del que había aparecido meses atrás. Pero la cosa no quedó ahí. Amontonadas en la butaca, había varias prendas: unos pantalones, una camisa y un par de calcetines. Todavía se estaba preguntando qué hacía todo aquello en su habitación, cuando de pronto oyó que alguien silbaba desde la cocina.
El hombre estaba de espaldas. Llevaba una toalla anudada en la cintura. Por sus hombros corrían gotas de agua. 
   -¿Quieres una o dos tostadas?- preguntó.
Alicia contestó sin pensar. Luego, se fijó en que aquel hombre iba descalzo. Sus pies eran perfectos, como lo era también la tostada que empezó a masticar.
Alicia no preguntó nada. Simplemente dejó pasar el tiempo. Como había ocurrido con el zapato, aquel hombre empezó a formar parte de su vida. Hasta que llegó un día en que dejó de preguntarse de dónde había salido y cómo había llegado hasta ella.
(C.M.SB)


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