miércoles, 31 de mayo de 2017

A Teresa

Estrené el mes de mayo con el nombre y la imagen de una mujer. Hoy, lo cierro con el recuerdo de otra, la que me enseñó a leer y escribir. Se llamaba Teresa. Su voz era fuerte; su acento, maño. Su cara era redonda y blanca, como una luna llena. Sus ojos, diminutos y muy claros, se cerraban con cada sonrisa. Toda ella olía a chocolate, el mismo que nos daba por la tarde para merendar. Ella me descubrió el mágico mundo de las letras, me abrió la puerta a todas las historias impresas. 
Hasta que me olvidé de hacerlo, le mandé una postal desde cada uno de mis veranos. Quizás porque, durante un tiempo, quise devolverle las palabras que ella me había regalado. Ahora me despido de ella con unas pocas líneas. A ella le debo, en gran parte,  el placer de disfrutar con cada una de las letras que aquí dejo escritas.

C.M.SB.




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