Al niño raro le gusta balancearse
en el columpio del parque. Cuando no hay nadie, cuando la mañana es solo para
él.
Flexiona las piernas y se impulsa
para llegar a lo más alto, a ese punto en el que parece que va a salir volando,
muy lejos de la ciudad.
Cuando está arriba, tiene la
visión fugaz de un mundo que en nada se parece al que ha dejado abajo. Ese
mundo, ese paisaje infinito de nubes, ese azul que viene y va, le atrae con
tanta fuerza que decide abrir las manos.
El niño raro, definitivamente
arriba, observa sin dolor el columpio vacío que aún se balancea en la soledad
del parque.
C.M.SB.
¿? |
Crudo.
ResponderEliminarDuro.
Joer!!!
No lo pretendía. ¿O sí? Qué sé yo.
ResponderEliminarComo siempre, gracias por seguir ahí.