Observas la cornamenta de este reno salvaje e inevitablemente te viene a la mente la copa de un árbol. Imaginas sus ramas desnudas y piensas en las hojas arrancadas por un viento gélido y cortante. Las ves revoloteando en la tormenta para posarse en algún lugar lejano, para ser sepultadas por el invierno y la nieve. Fantaseas con el transcurrir del tiempo, con el paso de las noches y los días solitarios y fríos. Después visualizas la llegada de una nueva primavera, con sus riachuelos y sus torrentes de agua, con la vida agitándose de impaciencia por renacer. Y ves las flores brotando en esos cuernos, en esa naturaleza dormida y acunada por la nana que canta el hielo.
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