Desde muy temprana edad, al niño raro le nacieron flores en el pelo. Cada mañana, con absoluta naturalidad, cepillaba sus margaritas, narcisos y rosas. También cortaba las hojas secas y mantenía a raya la frondosidad de su cabeza. El único inconveniente era que el zumbido de los abejorros le impedía dormir a la hora de la siesta. Los curiosos no eran un problema. Guardaban las distancias gracias a las espinas que le brotaban de los brazos y las piernas.
C.M.SB.
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Qué preciosidad de ilustración se me viene a la cabeza.
ResponderEliminarY qué alegría siento yo si este relatillo te inspira alguna idea. Si te animas a hacerla, me la enseñas, por favor. Un abrazo.
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