El niño raro se sumerge en el agua de la piscina y, en ese mismo instante, todos, excepto tú, deciden salir a tomar el sol. A ti te parece descortés hacerle nuevamente el vacío, así que le invitas a bucear contigo, a rastrear el fondo de azulejos azules. Vuestras miradas se encuentran. Sus ojos se clavan en los tuyos y es entonces cuando sientes que te falta el aire. Intentas sacar la cabeza para respirar, pero algo, no sabes qué, te lo impide. Tu cuerpo empieza a pesar y tus miembros desoyen las órdenes que el cerebro les dicta. El niño raro sale a la superficie y nada alrededor de ti, estrechando el círculo mientras te hundes, mientras todos los demás siguen tumbados sobre sus toallas, con los párpados cerrados.
C.M.SB.
Fotografía: C.M.SB. |
Ya le pongo cara al niño raro.
ResponderEliminarPues me encantaría verla. Un abrazo y gracias por tu comentario.
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