jueves, 22 de agosto de 2019

El último piso

Supongo que tendría que haberle dicho que un niño de tan corta edad no debería utilizar un ascensor con la única compañía de un desconocido, pero lo cierto es que su mirada era de tal seguridad que no me atreví a pronunciar ni una palabra. Cuando se cerró la puerta, su dedo pálido pulsó el botón del último piso. Y, antes de que yo pudiera apretar la tecla del cuarto, el artefacto se puso en marcha. Por poco tiempo porque entre el primero y el segundo se detuvo bruscamente y se apagó la luz. Se escapó una maldición de mi boca, pero la criatura permaneció en silencio. Intuí que el niño raro estaba asustado y, a tientas, busqué su hombro para tranquilizarle. Noté entonces que su cuerpo se estremecía. En un principio, pensé que a causa de un sollozo tímido. Luego, con un escalofrío, comprobé que su temblor lo provocaba la risa callada que lo sacudía de la cabeza a los pies.

C.M.SB.


¿?

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