Leo un texto de Alberto Corazón: Hacer libros (El País Semanal, nº 2.205). Lo leo junto a la ventana, con mi inseparable taza de café al alcance de la mano. Lo leo y me detengo en el segundo párrafo: "El mundo de mi abuelo era el de los árboles frutales, las fases de la Luna y los vientos". Analizo la enumeración y pienso que quizás fue el azar quien colocó las palabras con tan buen tino o que tal vez fue la casualidad la que eligió las formas del plural. No, me digo. No hay nada casual en la poesía. Tampoco en los recuerdos de ese abuelo y de sus días, de sus cielos en las noches y de los vientos, tan cambiantes, tan iguales.
C.M.SB.
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