Después de un día muy largo, te sientas a media tarde frente a un ventanal. Tú eres el único cliente de la cafetería. En silencio, observas las luces encendidas. Bebes el café despacio y mordisqueas sin prisa un dulce cubierto de azúcar. Bastan unos pocos minutos para recordar que, a veces, la vida es perfecta.
C.M.SB.
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