viernes, 25 de agosto de 2017

¡Uf!

Te llama la policía para comunicarte que te han robado la cartera, que ha aparecido tirada en cualquier parte. Te sorprendes porque, supuestamente, la habías dejado en un lugar seguro. Empiezas a sudar y sales corriendo. Entonces verificas que es cierto, que alguien te la ha birlado.
Cuando al fin la recuperas, compruebas con alivio que no se han llevado las tarjetas de crédito, tampoco la de la Seguridad Social. No te han quitado las fotos, ni el resguardo de la tintorería, ni siquiera el vale de descuento para la comida de mascotas. Afortunadamente sólo se han llevado el dinero. Y encima no era mucho. ¡Uf!
Cuentas lo sucedido, claro. A tu familia, a tus compañeros de trabajo, a los vecinos. Más que nada por desahogarte, por compartir. Y todos te felicitan. ¡Vaya, qué suerte has tenido! Podían haberte robado la documentación y eso sí que habría sido un problema. 
Es verdad, reflexionas, no hay para tanto. Y te gustaría sonreír, pero hay algo -no sabes bien qué- que te lo impide. Así que sonríes sólo a medias.
Bueno, concluyes, algo sí puedes lamentar. Y es que, al no estar identificado, nunca podrás dar las gracias al ladrón. 

C.M.SB.

El ladrón de Bagdad
Raoul Walsh (1924)



No hay comentarios:

Publicar un comentario