La nube quiso ser eterna y vivir entre las paredes del palacio. Le gustaba flotar sobre las balaustradas y desplazarse bajo los frescos de los altos techos. Se movía a su antojo a través de largos corredores, de sala en sala. De vez en cuando, para no perder la costumbre, dejaba caer unas gotas de lluvia sobre la cara sorprendida de los turistas.
C.M.SB.
Fotografía: Pablo Genovés |
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