Detesto los mensajes prefabricados, esos que se mandan a todos los contactos, de una sola vez, sin distinción. El mismo vídeo, el mismo chiste, los mismos deseos de paz y amistad se repiten y se reenvían hasta el infinito a través de las redes.
Como siempre, reivindico la tarjeta escrita a mano, la que llega hasta nuestro buzón por sorpresa, esa que contiene un mensaje original destinado sólo para la persona que lo recibe, esa que se guarda y que un día, tal vez, se volverá a leer con nostalgia. Reivindico la alegría de sentir que somos únicos para alguien.
C.M.SB.
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