jueves, 27 de octubre de 2016

A dos tiempos

Las dos estaban sentadas sobre la arena, muy juntas. La niña lucía un bañador rojo, con pececitos verdes y azules. Se aburría un poco. Su madre mantenía los ojos cerrados y un silencio que ya se prolongaba demasiado. La niña la observaba a ratos. Qué guapa era. También, de reojo, veía a otras dos mujeres sentadas un poco más atrás. La más joven, la que tenía una pequeña cicatriz en la mejilla, no dejaba de mirarla, como si la conociera de algo, como si estuviera tratando de recordar dónde la había visto antes. No le gustaba que la mirasen con tanta atención. 
La niña dejaba escurrir los granos de arena entre los dedos y dejaba pasar el tiempo. Se aburría un poco, sí, pero también, de alguna manera, tocaba la felicidad en esos minutos lentos.

La mujer se acarició la mejilla y recorrió con una yema el breve recorrido de una cicatriz. Miraba muy fijamente a un punto concreto, vacío, pues no había nadie más en aquella playa. Recordaba. Pensaba en aquel día lejano, cuando era aún una niña y su madre, todavía joven. 
Miró a la anciana que estaba sentada a su lado. Tenía los ojos cerrados. Aún era guapa. ¡Qué bonito aquel bañador rojo, con pececitos verdes y azules! ¡Qué hermoso el día aquel!

C.M.SB.


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