jueves, 26 de mayo de 2016

Al otro lado del río

Llegan a mis oídos estas palabras: al otro lado del río. Y llegan como por casualidad, trayendo consigo todo un mundo de posibilidades. Oyes estas cinco palabras y se te representan miles de imágenes. Acaricias todos los porvenires imaginables en la otra orilla, en esa que vislumbras mientras paseas al borde del agua, mientras observas los remolinos, las curvas y las cascadas, el sinuoso baile de un pez, el reflejo de las ramas o la superficie irregular de las piedras allá al fondo. Las oyes e intentas imaginar qué sucedería si te atrevieses a cruzar, qué encontrarías donde nunca has estado y te preguntas si, una vez allí,  desearías volver algún día.
Oyes esas cinco palabras, esas que podrían dar título a un relato o componer el primer verso de un poema, y tratas de completarlas, de acompañarlas de otras muchas palabras que evoquen las mismas promesas, la misma invitación, los mismos deseos y sueños.  Y ocurre que los verbos se conjugan solos y lo hacen, como sin querer, en futuro. ¿Qué habrá al otro lado del río?

C.M.SB.

P.D. Esta entrada se la dedico a Pío, quien, sin saberlo, me dio pie en un encuentro de primavera.


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