Leo unas páginas esta mañana y, de pronto, mis ojos se detienen en una palabra: ánade. Quizá me detengo en ella porque es una palabra hermosa. La repito mentalmente y, en mi imaginación, se dibujan plumas de colores vistosos y en mis oídos suena el chapoteo del agua y mis piernas se agitan pidiendo movimiento. Leo esa palabra, ánade, y sueño con emprender un largo viaje. La leo y la repito y cada vez me parece más hermosa. Es perfecta.
Sigo leyendo. La silla queda ahí abajo, vacía. Yo he levantado el vuelo.
C.M.SB.
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