Después de casi un año, descubres un enchufe en la pared del pasillo. Lo ves y lo miras fascinada. ¿Ha estado ahí desde el primer día? ¿Cuántas veces habrás recorrido ese pasillo en once meses? ¿Cómo es posible que no lo hayas visto antes? El tema es banal y lo sabes. Y, sin embargo, se te despierta la inaplazable necesidad de detenerte en ello. ¿Por qué? ¿Será porque se arranca tu fantasía y piensas que quizá ha surgido como nacen algunas setas tras la lluvia? ¿Será porque te paras a pensar en todo lo que está ante nuestros ojos y no somos capaces de ver? ¿Será porque, una vez más, te acusas de ese despiste tuyo al que no eres capaz de poner remedio? ¿O será porque tenías ganas de sentarte a escribir unas líneas y cualquier excusa es buena? Quién sabe cuál de estas razones es la verdadera. También cabe en lo posible que ninguna de ellas encierre el motivo de dar importancia a los incidentes microscópicos que hay en los días.
C.M.SB.
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