miércoles, 9 de febrero de 2022

Solas

Caminas y pasas por delante de esas viviendas recién estrenadas. El ventanal de uno de los bajos queda a la altura de tus ojos. Es de noche y las luces del salón están encendidas. No hay cortinas. Miras y ves a una mujer joven sentada en el sofá. La televisión está encendida y ella sostiene en la mano una copa de cristal. Inclina ligeramente la cabeza hacia atrás y da un sorbo corto. Después, picotea de una bandeja y, mientras mastica,  sigue con la mirada puesta en la pantalla. Como siempre, como si fueras el fisgón de la Ventana indiscreta, analizas esa escena cotidiana, esa imagen encerrada en algo muy parecido a un fotograma. Por un instante, envidias la comodidad del asiento mullido, el sabor del vino y de la tapa que lo acompaña. Envidias esa sensación de calma, de fiesta solitaria y privada. Envidias el sosiego evidente de esa desconocida que, ante tus ojos, estrena un espacio nuevo, quizás una vida nueva. 

Sigues andando y en tu camino se cruza otra mujer. Sus pasos son muy rápidos. Mira al frente y, entre sus manos, muy juntas, muy pegadas al pecho, sostiene una radio encendida. Aunque la visión es muy fugaz, tienes el tiempo suficiente para el asombro. Te chocan esos dedos, la fuerza con la que agarran el aparato, la determinación de las pisadas, la aparente concentración en esa voz que acompaña y que cuenta el mundo. Y en el momento en que la voz del locutor se aleja de ti, sientes la necesidad de sentarte a  escribir estas líneas cuyo título llega por sí solo.

C.M.SB.

En la imagen: La ventana indiscreta, 1954


2 comentarios:

  1. Gran película y buen post ;)

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  2. Cierto: excelente película. Muchas gracias por tu comentario. Espero "verte" de nuevo por aquí.

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