Hay una casa vacía al lado del mar. El balcón, siempre abierto, recibe cada noche a las olas, que saltan y se derraman sobre el suelo de las habitaciones dormidas. El agua se cuela bajo el olvido de los muebles y recorre los silenciosos pasillos. Hasta el amanecer, sueñan las olas tranquilas. Y, con los primeros rayos del sol, saltan de nuevo para volver a su mar. Atrás, en la casa deshabitada, han dejado sus huellas de algas y sal.
C.M.SB.
Fotografía: C.M.SB. Collioure |
Qué recuerdos de Coilloure del verano del 95.
ResponderEliminarFelicidades de nuevo por el blog
Muchas gracias por tu comentario. Hasta pronto.
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