jueves, 12 de agosto de 2021

Tormenta

El calor se hacía insoportable mientras el cielo desaparecía tras una inmensa nube de polvo. El viento, tan abrasador como el asfalto, traía y llevaba hojas arrancadas a los árboles. Caminaban un poco echados hacia delante, levantando de vez en cuando la mirada hacia lo alto, observando cómo esa bóveda de plomo se cerraba como un puño. La ropa se les pegaba al cuerpo y el pelo, zarandeado a uno y otro lado, les tapaba la cara y les mostraba la calle como si la vieran a través de un espejo roto. En un instante, la gigantesca nube adquirió el color del fuego y, un segundo después, precedido del relámpago, sonó el trueno. Las primeras gotas, grandes y aisladas, imprimían huellas redondas en la acera. A pesar del calor, ella sintió un escalofrío. Tenía la sensación de que el puño apretaba cada vez más, como si el cielo se estuviera curvando, como si se estuviera transformando en una esfera, en una bola de cristal, de esas que contienen una ciudad chiquitita, de esas que el niño agarra y agita para divertirse viendo cómo cae la lluvia cuando pone el mundo del revés.

C.M.SB.

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