miércoles, 16 de junio de 2021

Correspondencia

Cuando se cruzaban, , el niño raro apenas se atrevía a mirarla, pero estiraba la nariz para oler el aroma a limón que desprendía su pelo. También le gustaba oír sus pisadas hasta que se perdían escaleras arriba y el ruido de la llave que giraba para abrir aquella casa que él comparaba con el cofre de un tesoro. Un día, el niño se atrevió a deslizar un sobre por debajo de esa puerta. Después, se refugió en su cuarto. Cerró los párpados e imaginó los dedos de la niña abriendo la carta. Y vio a la mariposa, la vio saliendo del sobre y revoloteando alrededor de su melena, besando su pelo con las alas.
Aquel día, el niño raro esperó sin prisa. Poco después, abrió los ojos para disfrutar del vuelo de la mariposa, que regresaba para regalarle el olor a limón que impregnaba sus alas.

C.M.SB.

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