Señalas un día en tu agenda y, en ese momento, la fecha parece lejana, como si jamás fuera a llegar. Sin embargo, casi sin darte cuenta, suena un despertador y ahí está. De pronto, estás inmersa en esas horas que te habías empeñado en vivir por adelantado, en inventar. Transcurren, una detrás de otra, y te traen algo muy distinto a lo que tu fantasía había fabricado. El día, aquel que señalaste en tu agenda, aquel que tú tratabas de adivinar, es tal y como estaba destinado a ser. Y corre como otro cualquiera, con la misma celeridad, con idéntica premura. Y, así, casi sin darte cuenta, termina y ya es pasado. Quizás, alguna vez, lo recordarás.
C.M.SB.
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