El niño raro nunca supo decir en qué momento comenzó a suceder, pero un buen día se dio cuenta de que al sentarse, no llegaba a tocar el suelo. Daba igual si elegía su sillón favorito, una banqueta, un taburete, la cama o el sofá, pues conforme pasaban los días, sus pies quedaban más alejados del suelo. Podría pensarse que el muchacho, en lugar de crecer, menguaba. Pero no era el caso. Lo cierto es que el niño se desarrollaba con toda normalidad. Nunca llegó a conocerse el motivo de tan extraño fenómeno. Quizás, el muchachito, de forma inconsciente, se había negado a pisar la realidad.
C.M.SB.
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