El costurero de la abuela estaba donde estuvo siempre. Lo recordaba más grande, más nuevo. Revolví su contenido: el dedal, las bobinas, aquel huevo de madera que tantas veces había desaparecido en el interior de un calcetín... Allí, guardados, encontré todos los hilos, todos los colores de la infancia.
C.M.SB.
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