La lluvia establece sus
posiciones de partida con la más evanescente de las creatividades. Todo ha sido
antes nube, pero no solo porque no hay pálpito que no sea una gota de agua
transformada en movimiento, no solo porque todos los rostros de este mundo están
reflejando el lago disfrazado que somos. Es que las nubes han sido el taller de
los infinitos bocetos de las infinitas formas que pueblan lo sólido. Allá
dibuja y borra a cada instante el viento los perfiles, los volúmenes, los
apéndices de los cien millones de especies de los cinco reinos que nos incluyen
y preceden. Sí, antes de llover, la nube es escultura, acaso dibujo. El agua
sueña todas sus formas futuras.
La Sonata del Bosque
(Joaquín Araújo)
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