Se detiene el tiempo en la sala de espera y los pensamientos inconexos van sumergiéndote en la parálisis, en el sopor. Hay cansancio en los rostros. Cansancio y dolor. Se mezclan conversaciones y pasos titubeantes. Las caras, desconocidas en su mayoría, se hacen familiares a fuerza de observarlas. En la sala de espera, el mundo se reduce y se concentra. La calle queda lejos y tu vida, esa rutina que construye tu día a día, queda atrapada en un paréntesis. Tu único anhelo es recobrarla y respirar.
C.M.SB.
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