domingo, 12 de mayo de 2019

Intercambio

Paseas a media mañana. El sol, más que de primavera, es de puro verano. Sopla un airecillo que te alborota la melena. Atraviesas un parque cuajado de olivos. A la sombra de uno de ellos hay un hombre sentado. Sujeta un libro con ambas manos. Lee y tú le observas con envidia. Por un breve instante, despega la espalda del árbol y te mira. Después, vuelve a apoyarse y retoma las palabras. Su cuerpo parece una prolongación del tronco y el libro, una prolongación de sus brazos. Contemplas la escena y fantaseas imaginando la savia discurriendo por el interior de la madera y colándose gota a gota por las venas del hombre. Imaginas sus extremidades convertidas en ramas; su pelo, en hojas. Y, en un intercambio generoso,  las palabras ascendiendo tronco arriba hasta llegar a la copa, a lo más alto del olivo. Para, una vez allí, unirse a la brisa y bailar sobre el parque, sobre la ciudad entera. Para contar y compartir las historias guardadas entre las páginas del libro.

C.M.SB.

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