miércoles, 27 de diciembre de 2017

Una, dos, veinte veces

Necesito concertar una cita. Llamo al número de atención al público. Una, dos, veinte veces. Algunas llamadas las hago seguidas. Otras, a pequeños intervalos. Las siguientes, con cierta distancia en el tiempo. Un tono, dos, veinte. Una y veinte veces responde la voz del contestador automático: "En estos momentos no podemos atenderle. Vuelva a intentarlo dentro de unos minutos". Juro que hago lo posible por mantener la esperanza, por no perder la paciencia. Insisto y lo vuelvo a intentar cada pocos minutos. Y nada. 
Primero me desanimo, después me enfado. Protesto, deambulo por la casa hablando sola, me agoto refunfuñando.
Mientras contengo el impulso de lanzar el teléfono por la ventana, me visto con lo primero que cae en mi mano, me subo al coche, aparco y me dirijo hacia el mostrador. 
Una señora de gesto amable me pregunta qué deseo, le explico y me da la ansiada cita. Y yo se lo agradezco una, dos, veinte veces. 

C.M.SB.

¿?


2 comentarios:

  1. ¿Porqué me parece estar ante un espejo, cuando leo esto? ¿porqué la tecnología bendita -iba a poner otra cosa- deshumaniza? ¿porqué siempre sospechamos que no tratan de ayudar y facilitar la vida los mensajes enlatados? ¿porqué el beneficio económico de las empresas está detrás de estos "adelantos"? ¿porqué hay tantos porqués?

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario, Lorenzo. Y feliz 2018. Abrazos.

    ResponderEliminar