Termino un libro más y, al llegar a la última página, tengo una sensación de pérdida.
Disfruto del paseo a la caída de la tarde y compruebo que los pájaros canturrean hasta el anochecer y más allá.
Corto dos rosas amarillas y las mezclo con un ramillete malva.
Acumulo ideas para nuevas entradas. Las anoto en papeles que sujeta la boca de un pez.
Miro por la ventana y pienso que, dentro de poco, veré otra calle que, al principio, me resultará extraña (quizás al final, también).
Paso la hoja del calendario y sigo sorprendiéndome de lo deprisa que se van los días.
Contemplo una puerta blanca, con dos hojas cerradas y me la imagino abriéndose de repente, en medio de la noche, cuando todo el mundo duerme y todo es posible en la nebulosa de los sueños.
Empiezo a hacer planes para mañana y me recuerdo que detesto hacerlos.
Elijo una palabra: ahora.
C.M.SB.
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