¿Nadas?, te pregunta. Así, de sopetón. Os acaban de presentar y no sabéis nada la una de la otra. ¿Nadas?, vuelve a insistir. Y tú le contestas que a veces, en verano. Ella parece sorprenderse y trata de convencerte de que te apuntes a natación. Luego, pasa a relatarte la excelencias de su deporte favorito. Tú, que en ningún momento las has negado, la observas con estupefacción, sin llegar a entender por qué una desconocida pone tanto empeño en llenar aún más tu escaso tiempo libre. Además, ¿por qué le preocupa tanto que tú nades o no? Con paciencia, le explicas que, fuera del horario laboral, ya has encontrado ocupaciones muy satisfactorias. La natación es estupenda, claro, y quizá sea una actividad a realizar en el futuro. Pero de momento queda limitada al verano, a los días de piscina y playa. Dirías que la conversación ha terminado. Pero no. Su insistencia aumenta y tú ya no sabes qué decir sin resultar antipática. Llega un momento en que te parece ser víctima de una cámara oculta. Cuando, al fin, se supera el tema, ella te comenta que su novio ha pretendido llevarla a un lugar que no existe. Y de pronto su conversación te fascina. La miras y la invitas con gestos a profundizar en el tema. Sin embargo, ella lo ha dicho como de pasada. Claramente no le interesa avanzar más en la materia. Es en ese momento cuando piensas que si un día te decides a apuntarte a natación, sin duda ella y tú nadaréis en piscinas diferentes.
C.M.SB.
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