jueves, 25 de septiembre de 2025

El que siempre se va

Se termina la tarde, la última del verano. Es una suerte vivirla cerca del mar. Los grises del cielo y del agua contrastan con una arena marrón oscuro. Entramos a tomar un café y nos sentamos al lado de un ventanal. La cafetería es grande y está llena. No es de extrañar. Se encuentra junto a la playa y el lugar es acogedor y elegante. Salimos a la calle y nos dirigimos hacia el faro, a una hora de distancia. Llueve durante el paseo y del mar nos llega un vientecillo que atraviesa la ropa. Cuando llegamos a nuestro destino, ya es de noche. El otoño, a un paso, muy cerca ya, se encarga de recortar el tiempo de luz. Desde el mirador del faro, observamos los rizos blancos de las olas. Tres chicas se hacen fotos. Les cuesta encontrar el encuadre perfecto y sus melenas juegan a ocultarles el rostro justo en el momento del disparo. Se ríen. 

Desandamos el camino y regresamos al centro en busca del coche. Pasamos delante de los ventanales de la cafetería. Ya no hay clientes. El local, vacío a esas horas, parece otro. Una mujer barre el suelo. Por lo que se ve, limpia de forma eficaz, concentrada. No sabemos si trabaja en silencio o habrá alguna música de fondo. La imagen, para nosotros, tiene como banda sonora el ruido de la calle y el sonido del mar. Hay un tinte melancólico en la escena: la cafetería desierta, ese suelo que va quedando limpio al paso de la escoba. Por un momento, parece que el otoño estuviera barriendo cualquier resto de este verano que ya se despide con la soltura del que siempre se va.

C.M.SB.

¿?


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