La observó a lo largo de cuatro
estaciones. Sostenía en las manos el mismo libro que él había olvidado tiempo
atrás. Estaba seguro. Como también lo estaba de que sus sonrisas se debían a
los mismos párrafos que le hicieron sonreír a él.
La muchacha bajó en la quinta
estación y el libro quedó abierto sobre su asiento. El mismo olvido.
Podría
haberlo recuperado, pero prefirió dejarlo allí. Estaba seguro de que algún día
despertaría nuevas sonrisas en otro viajero. Y quizá él tuviera la suerte de
verlas aparecer. En otro tren, en otro momento de cercanía.
C.M.SB.
Sublime.
ResponderEliminarMuchas gracias. Siempre tan amable.
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