lunes, 18 de marzo de 2013

LA RUTINA DE LA ESPERANZA


La esperé durante 5.475 días, quince años de mi vida alimentando la esperanza. Y un buen día, abrí el buzón y ahí estaba. La sostuve en la palma de mi mano. ¡Qué poco pesaba en realidad!

Subí a casa. Me guardé la carta en un bolsillo y preparé un café sin ninguna prisa. Después, mirando a través de los cristales, lo bebí con calma, saboreando cada sorbo. En la calle, las hojas bailaban al son que les marcaba el viento. Abrí la ventana y la carta, ligera, planeó unos instantes en el aire, sin decidirse a caer. Después, se precipitó hacia el suelo y desapareció de mi vista. No había que perder la esperanza. Tal vez, un día, de la manera más insospechada, la carta volvería a mí.

Cerré la ventana y retomé mis rutinas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario