viernes, 22 de febrero de 2013

Barcelona, 12 de abril de 1937


Mi abuela se sujeta el vientre con ambas manos, como si quisiera retener a mi madre en su cálido refugio. Al otro lado de los cristales, la ciudad se estremece bajo una nueva explosión.

-No temas-dice la enfermera para espantarle el miedo-, es que hay tormenta.

Mi abuela sonríe con gratitud y tristeza. Nunca hubiera podido imaginar que la primera nana de su hija la cantarían las bombas.
(C.M.SB)


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