LA NOCHE
Allá en la
infancia, Helena se hizo la dormida y se escapó de la cama.
Se vistió de punta
en blanco, como si fuera domingo, y con todo sigilo se deslizó
hacia el patio y se sentó a descubrir los misterios de la
noche de Tucumán.
Sus padres dormían,
sus hermanas también.
Ella quería ver
cómo crecía la noche, y cómo viajaban la luna y
las estrellas. Alguien le había dicho que los astros se
mueven, y a veces se caen, y que el cielo va cambiando de color
mientras la noche anda.
Aquella noche, noche de
revelación de la noche, Helena miraba sin parpadear. Le dolía
el pescuezo, le dolían los ojos y se estrujaba los párpados
y volvía a mirar. Y miró y miró y siguió
mirando, y el cielo no cambiaba y la luna y las estrellas continuaban
quietas en su sitio.
Le despertaron las luces
del amanecer. Helena lagrimeó.
Después, se
consoló pensando que a la noche no le gusta que le espíen
los secretos.
Los sueños de
Helena (Eduardo Galeano). Editorial Libros del Zorro Rojo.
Ilustración: Isidro Ferrer |
Yo tambien lagrimeo al amanecer, por que siempre he sido "buho" ... aunque ahora, posiblemente,sea algo más de "alondra", puede ser por la edad, pero en cualquier caso estoy de acurdo con Sabina:
ResponderEliminar"Que las persianas corrijan la aurora" (Javier)
Yo sigo siendo búho. Gracias por tus visitas.
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