lunes, 15 de octubre de 2012

LA NOCHE

Allá en la infancia, Helena se hizo la dormida y se escapó de la cama.
Se vistió de punta en blanco, como si fuera domingo, y con todo sigilo se deslizó hacia el patio y se sentó a descubrir los misterios de la noche de Tucumán.
Sus padres dormían, sus hermanas también.
Ella quería ver cómo crecía la noche, y cómo viajaban la luna y las estrellas. Alguien le había dicho que los astros se mueven, y a veces se caen, y que el cielo va cambiando de color mientras la noche anda.
Aquella noche, noche de revelación de la noche, Helena miraba sin parpadear. Le dolía el pescuezo, le dolían los ojos y se estrujaba los párpados y volvía a mirar. Y miró y miró y siguió mirando, y el cielo no cambiaba y la luna y las estrellas continuaban quietas en su sitio.
Le despertaron las luces del amanecer. Helena lagrimeó.
Después, se consoló pensando que a la noche no le gusta que le espíen los secretos.

Los sueños de Helena (Eduardo Galeano). Editorial Libros del Zorro Rojo.

Ilustración: Isidro Ferrer

2 comentarios:

  1. Yo tambien lagrimeo al amanecer, por que siempre he sido "buho" ... aunque ahora, posiblemente,sea algo más de "alondra", puede ser por la edad, pero en cualquier caso estoy de acurdo con Sabina:
    "Que las persianas corrijan la aurora" (Javier)

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  2. Yo sigo siendo búho. Gracias por tus visitas.

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