sábado, 25 de junio de 2022

Días atrás

Paseas en la tarde. El calor, sofocante, te aplasta desde el cielo. El asfalto arde bajo tus suelas y es difícil respirar. Comienzan a soplar ráfagas de aire que traen el aliento del fuego. Allá, a lo lejos, un relámpago ilumina brevemente una bóveda de nubes polvorientas. El trueno no tarda en dejarse oír. 
Sigues caminando, con desgana, ansiando que la tormenta fragüe, que de una vez por todas, ese cielo se deshaga en lluvia. Te gustaría sentir el agua en la cabeza, en todo tu cuerpo.
Mientras los árboles son zarandeados por el viento, unas pocas gotas, grandes y aisladas, dejan su huella sobre el suelo. Ahí queda todo.
Los relámpagos siguen lanzando mensajes engañosos, prometiendo una tormenta que no van a cumplir. Tú continúas tu camino, convencida ya de que la lluvia no va a llegar, abandonada por completo al asedio implacable del calor, a la certeza de que las historias no siempre se terminan de contar. 

C.M.SB.

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2 comentarios:

  1. La certeza de que las historias no siempre se terminan de contar. Muy bueno!

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