La poderosa magia de la lectura
se funda en dos magias previas e imprescindibles: la del lenguaje y la de la
escritura. Llevamos tantos años conviviendo con ellas que ya no nos sorprenden.
Por ello necesitamos desacostumbrarnos de lo cotidiano, y recuperar la
capacidad de asombro. Tal vez el acontecimiento más importante en la vida de un
niño sea comprobar que cada cosa tiene un nombre. Todo lo que tiene que ver con
el lenguaje es desmesurado y misterioso, es a la vez trascendental y rutinario.
Al acercarse a la palabra sobrecoge su complejidad, su eficacia, su maravillosa
lógica, su selvática riqueza, su espectacular manera de estallar dentro de la
cabeza, como un fuego de artificio, los mil y un caminos por los que influye en
nuestras vidas, su capacidad para enamorar, divertir, consolar, y también para
aterrorizar, confundir, desesperar. [..]
La inteligencia humana literalmente rompió sus límites con la aparición del lenguaje. La realidad entera quedó encerrada en las palabras, se hizo manejable, transmisible. El mundo, que estaba lleno de cosas, se llenó de narraciones: poéticas, fantásticas, históricas, científicas, religiosas, mitológicas. Había aparecido la gran alquimia. A partir de ese momento, la realidad fue lo que era más lo que se podía decir de ella.
La inteligencia humana literalmente rompió sus límites con la aparición del lenguaje. La realidad entera quedó encerrada en las palabras, se hizo manejable, transmisible. El mundo, que estaba lleno de cosas, se llenó de narraciones: poéticas, fantásticas, históricas, científicas, religiosas, mitológicas. Había aparecido la gran alquimia. A partir de ese momento, la realidad fue lo que era más lo que se podía decir de ella.
La magia de leer
(José Antonio Marina)
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