Día festivo y con sol

Una escapada, un día festivo y con sol. Una parada en el semáforo. Un chorro de jabón y un cepillo que limpia frenéticamente la luna. Unas monedas que caen en una mano justo antes de que cambie el disco. En las calles, una multitud de turistas sigue a hombres y mujeres que enarbolan un paraguas rojo o azul. Macetas en los balcones, letreros de colores chillones, fachadas antiguas y exquisitos miradores de otro tiempo. Tiendas abiertas y cerradas. Todo está en venta. Un hombre disfrazado de gorila hace las delicias de los niños. Las familias se arremolinan y mantienen como pueden una sonrisa hasta que salta la foto del móvil. Los camareros entran y salen con bandejas que se bambolean bajo el peso de cervezas y tapas. En el aire flotan el olor del aceite y palabras en distintos idiomas. Rostros pálidos y oscuros se cruzan en las estrechas aceras. Calor bajo la luz, fresco en la sombra. Las historias se ofrecen en los escaparates de las librerías y, en un portal, un hombre duerme en una cama de cartón. Los aparatos de aire acondicionado cuelgan de las ventanas esperando el pistoletazo del verano y, mientras, un molinillo gira despacio con la brisa de la primavera. Un paseo, una terraza, la vida al alcance de la mirada. Una caña fresca y, por contagio, un bocadillo de calamares. Está delicioso. Sabe a día de fiesta y a sol. 

C.M.SB.

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