jueves, 27 de agosto de 2020

El secreto de la caracola

Antes de morir, el farero entregó una caracola al niño raro y, con palabras que sólo él pudo oír, le contó el secreto que contenía. Poco tiempo después, el faro se cerró para siempre. En su interior, quedaron guardados aquellos atardeceres en los que los dos habían contemplado el oleaje en silencio. Una noche, el aliento de la caracola sacó al niño raro de sus sueños. Escuchó su voz profunda y, como si obedeciera una orden, se vistió y salió de la casa con sigilo. El mar le saludó con un rugido de olas. Jamás las había visto tan altas ni tan hermosas. El niño trepó hasta una roca y se dejó empapar por los rizos de sal. Entonces cerró los ojos un segundo y, cuando los volvió a abrir, vio encendida la luz del faro. El niño sonrió y se sentó sobre las rocas. Y allí permaneció hasta que las olas, cansadas, recobraron la mansedumbre de un mar en calma. Con el último guiño del faro, el niño regresó a casa. Todavía estaban húmedos sus cabellos. Antes de dormir, acercó la caracola a su oído. Su silencio le cogió de la mano y le llevó hasta el umbral de los sueños. Bajo sus párpados, aún brillaban dos estrellas, dos pequeñas ráfagas que alumbraban el azul de sus ojos, tan parecido al azul del mar.

C.M.SB.

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