Intentas tomar un café con calma, pero te lo impide la conversación que se desarrolla a tu lado. La mujer, irritada, le recrimina a él que beba en exceso. De hecho, le hace un exhaustivo recuento de las copas consumidas a lo largo de una jornada. El hombre se defiende. Tras el forcejeo, ella sale a fumar y, minutos después, regresa. La batalla comienza de nuevo y ahora es él quien le hace los reproches. Ella se encoge de hombros y afirma que, al margen de sus vicios, todo el mundo va a morir. Por primera vez están de acuerdo y ambos filosofan sobre la brevedad de la vida. La tregua se firma con una carcajada. Por fin parecen haber recobrado la paz. Y tú, ingenuamente, piensas que podrás terminar el café con la tranquilidad que necesitas. Error. La pareja se acalora otra vez. Su charla deriva hacia la meteorología y los pronósticos de uno y otro no coinciden. De hecho, son irreconciliables.
Definitivamente derrotada, apuras el café y sales a la calle.
C.M.SB.
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